Los padres juegan varios roles a lo largo de la vida de sus hijos; ellos son cocinero, chofer, doctor, modelo a seguir, maestro, compañero de juegos…etc. Quizás uno de los roles más desafiantes que desempeñan es el de educador, el que implementa la disciplina.
Disciplinar a un niño no es fácil. Exige un alto nivel de conocimiento, paciencia y compromiso. El compromiso más importante y desafiante es el que hace un padre informado contra la violencia. Los estudios muestran que la violencia cría niños agresivos y no lleva a ninguna parte. Esta es solo una de las razones por las que golpear no es la respuesta. Aquí hay diez más: no funciona. Los niños a menudo olvidan por qué están siendo castigados y golpeados. Suelen centrarse en el dolor físico y no en la lección aprendida. enseña agresividad. Los niños son grandes imitadores. Observan a sus padres en busca de pistas; luego imitan el comportamiento.
Las nalgadas les enseñan que golpear es aceptable porque los padres a menudo son vistos como modelos a seguir. Innumerables estudios han demostrado que cuanto más se golpea a un niño, más probable es que se convierta en una persona hostil y use el comportamiento agresivo como una forma de expresar sus necesidades. produce miedo. Muchos niños que son golpeados aprenderán a temer a los padres en lugar de ver a la madre o al padre como objetos de respeto, cuidado o seguridad.
Este miedo hace tambalear la confianza que los niños tienen hacia sus padres y les hace recurrir a conductas de retraimiento. También genera ira. Todo niño golpeado sentirá que está siendo tratado con injusticia. El sentimiento de injusticia generalmente se convierte rápidamente en ira. Por fuera, parecen obedientes; pero por dentro albergan ira, una ira que amenaza su bienestar y sus relaciones presentes y futuras.
Disminuye la autoestima.
Los niños usan la percepción que sus padres tienen de ellos como su propia imagen; se aman a sí mismos si sus padres los aman, y se desvalorizan si no son amados. Cuando un niño es golpeado, inmediatamente pensará que no es amado o apreciado, que es débil e impotente y que es una mala persona. Esto erosiona su autoestima.
Hace que los padres pierdan de vista las alternativas.
Una vez que un padre comienza a dar nalgadas, es fácil olvidarse de las otras alternativas. Hay muchas maneras de disciplinar a un niño, todas las cuales son mucho más efectivas que los azotes. El próximo número de “La gente nace para brillar” tendrá un artículo especial sobre “Cómo disciplinar a su hijo sin violencia”. ¡No te pierdas la próxima edición!
Puede conducir al abuso.
Los padres se acostumbrarán rápidamente a las nalgadas, aunque las consideren superficiales. Sin embargo, con el tiempo, las nalgadas se convierten en “abuso” y los padres muchas veces terminan cruzando la línea sin darse cuenta de que el niño podría quedar marcado de por vida; además, también duele a los padres. A muchos padres no les gustan las nalgadas. No se sienten bien al respecto como forma de disciplina. Después de azotar a sus hijos, se sienten culpables. También se sienten impotentes porque las nalgadas no funcionan. pueden borrar los recuerdos felices de la infancia. Muchos padres se esfuerzan por crear recuerdos felices de la infancia, y el dolor de los azotes puede reemplazar fácilmente estos buenos pensamientos.
Debilita la relación padre-hijo.
Los azotes construyen un muro entre padres e hijos. Los niños admiran a sus padres y esperan sentirse seguros, amados y queridos. El miedo hará que los niños pierdan el respeto por sus padres. Cuanto más tiempo se azote a los niños, menos respeto desarrollarán por sus padres y más problemas de conducta se encontrarán en el futuro.
Fuente: Caron Goode, inspiredparenting.net