No dejamos de orar por ti. —Epístola a los Colosenses 1:9
Dame un espíritu de oración, amado Señor, para que pueda estar en comunión contigo mientras viajo por el escabroso camino de la vida para estar siempre en Tu compañía. — Dawe
Un artículo en The Washington Post contó sobre una niña de 15 años que envió y recibió 6,473 mensajes de texto en su teléfono celular en un solo mes.
Ella dice sobre su comunicación constante con amigos: “Me moriría sin eso”. Y ella no está sola. Los investigadores dicen que los adolescentes de EE. UU. con teléfonos celulares tienen un promedio de más de 2200 mensajes de texto al mes. Para mí, esta conversación digital en curso ofrece una ilustración notable de cómo podría y debería ser la oración para cada seguidor de Cristo. Pablo parecía estar constantemente en actitud de oración por los demás: “[Nosotros] no cesamos de orar por vosotros” (Col. 1:9). “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu” (Efesios 6:18). “Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17). Pero, ¿cómo podemos hacer eso? El misionero Frank Laubach describió su hábito de “disparar” oraciones a las personas a medida que las encontraba en el transcurso de cada día.
En cierto sentido, estaba «enviando mensajes de texto» a Dios en su nombre, manteniéndose en comunicación constante con el Padre. Laubach creía que la oración es la fuerza más poderosa del mundo y dijo: “Mi parte es vivir en esta hora en continua conversación interna con Dios y en perfecta respuesta a Su voluntad”. Orar sin cesar. Tal vez se pueda hacer lo que Pablo nos instó a hacer. La oración debe volverse tan natural como respirar.
Fuente: David C. McCasland, rbc.org
