Examine cada uno su propia obra, y entonces tendrá gozo sólo en sí mismo, y no en los otros. —Gálatas 6:4
Eliana, de cuatro años, estaba ayudando a su mamá a recoger algunas de sus cosas antes de acostarse. Cuando mamá le dijo que guardara la ropa de su cama, Eliana llegó al límite. Se dio la vuelta, puso sus pequeñas manos en sus caderas y dijo: «¡No puedo hacer todo!» ¿Alguna vez te has sentido así con las tareas que Dios te ha llamado a hacer? Es fácil sentirse abrumado con la participación en la iglesia, el testimonio y la crianza de una familia. Podríamos suspirar exasperados y orar: “¡Señor, no puedo hacer todo!”. Sin embargo, las instrucciones de Dios indican que sus expectativas no son abrumadoras. Por ejemplo, cuando tratamos con los demás, Él nos da este calificativo: “En cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos” (Rom. 12:18). Dios entiende nuestras limitaciones.
O esto: “Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor” (Col. 3:23). Él no está pidiendo perfección para que podamos impresionar a la gente, sino simplemente que lo honremos con el trabajo que hacemos. Y una más: “Examine cada uno su propia obra, y entonces tendrá gozo sólo en sí mismo, y no en otro” (Gálatas 6:4). No estamos haciendo nuestro trabajo como una competencia con otros, sino simplemente para llevar nuestra propia carga. Con sabiduría, Dios nos ha equipado para hacer exactamente lo que Él quiere que hagamos, ¡y eso ciertamente no es todo!
Él me da trabajo para que busque Su descanso, Él me da fuerzas para enfrentar la prueba más dura; Y mientras camino en la gracia providencial, encuentro que la alegría me acompaña, al paso de Dios. —Gustafson
Fuente: por Dave Branon a través de odb.org
